No es como si fuera un secreto, caramba. No es como si hubiera que descifrar viejos pergaminos en archivos polvorientos para saber que el comunismo trae siempre, invariablemente sangre y miseria, opresión, represión y mentiras ahogando a varias generaciones en un siniestra tiranía, que se perpetúa y de la que solo se sale con dolor, a sangre y fuego.
Lo que empezó ayer en Cuba puede acabar en un Tiananmen o en un Bucarest. Pero en el mejor de los casos, el comunismo se habrá llevado por delante generaciones enteras de cubanos y dejado una Cuba arrasada como por una sucesión imparable de tsunamis.
Mientras, España avanza con los ojos totalmente abiertos hacia eso. Ayer el presidente purgó a sus más fieles, a los que han dado siempre la cara por él, y dejó a los comunistas, después de elaborar una ley que le da plenos poderes, espectaculares poderes de dictador, en caso de una ‘crisis’ que solo él puede determinar.
Comunismo: ni siquiera una calada.