El titular oblicuo
La prensa de sucesos no ha muerto porque los lectores hayan perdido el gusto morboso por lo truculento, sino porque los periodistas la han convertido en información política, desnaturalizándola hasta el tedio.
Hoy, en los medios, todos los crímenes pueden clasificarse en uno de estos dos tipos: el crimen representativo y el crimen oblicuo. Como se trata, no de contar lo que ha pasado, sino de insertar cualquier pasaje de la realidad dentro de una Gran Historia ideológica, cada suceso se trata como elemento útil o problemático para montar esa historia sencilla y lineal.
Así, el crimen representativo es aquel que se puede presentar, no como un caso en sí mismo, con sus propias causas individuales, sus peculiaridades, sus circunstancias y sus matices, sino como un apólogo moral, como un cuento con moraleja, siendo siempre la moraleja más importante que el propio suceso. Lo comentaba ayer: todo asesinato de una mujer es el Machismo matando a la Mujer en un repetitivo auto sacramental. Por ejemplo.
Por el contrario, el crimen oblicuo es la narración de un suceso que contradice el cuento y que, por tanto, no se narra directamente; cuando, como en la canción, aparece un príncipe malo, una bruja hermosa y un pirata honrado.
En ese caso, y si el periodista no encuentra una mejor vía de escape, no se titula por lo que ha sucedido, sino que se advierte de la posible y malvada reacción de los enemigos, que ‘explotarán’ el caso a su favor. El ejemplo más infame de este doble salto mortal con tirabuzón fue la primera de El País al día siguiente del atentado contra las Torres Gemelas en Nueva York. Para el diario de referencia, la noticia no era que se había producido el ataque más mortífero de la historia en suelo norteamericano, sino la hipotética respuesta de sus gobernantes: «El mundo en vilo a la espera de las represalias de Bush».
Aquello fue un hito, de algún modo. Pero nos han acostumbrado a esta forma de contar las cosas, porque ya no hay otra.
Ayer, un argelino que ha llegado a España ilegalmente, en patera, mató a machetazos en una iglesia de Algeciras a un sacristán e hirió gravemente al cura y a otras personas gritando el nombre de Alá. Esa es la noticia.
Puedo representarme mentalmente el espanto ideológico del redactor progresista ante un suceso que no hay por dónde cogerlo. La acción: muerte a machetazos; el motivo: fundamentalismo islámico; las víctimas: un sacristán, un cura, fieles cristianos; el lugar: un templo católico; el perpetrador: un musulmán argelino e inmigrante ilegal. El horror, el horror.
Así que periódicos como El Español, ese proyecto vanidad del otrora periodista Pedro J. Ramírez, dieron así la noticia: ‘Abascal usa el ataque de Algeciras contra Sánchez’. Sobra todo comentario, ¿verdad?