España y Marruecos
Hace ya algún tiempo que uno de los memes más populares en redes sociales es la pregunta “¿qué le debe el PSOE a Marruecos?”, algo que no ha hecho más que extenderse y ganar urgencia después de saber que el sultanato elige nuestros ministros de Exteriores.
Pero he de decir que me parece insultantemente injusto. Y no porque el PSOE no esté obscenamente genuflexo ante el sátrapa de Rabat, que lo está de la manera más sonrojante, sino porque esa condición la comparte casi todo el espectro parlamentario.
Bastó que Yomemíconmigolanda dijera que Marruecos es una dictadura para que hayan saltado como si les hubiera picado un escorpión conspicuos peperos a negar la mayor, que es como negar que el sol sale por Oriente. Para Gamarra o González Pons, Marruecos de ninguna manera es una dictadura, lo que nos da una terrorífica idea del régimen al que podrían abocarnos y que llamarían aún democracia.
Porque partidos y tal. Y urnas. Y aquí venimos diciendo desde que recuerdo que el común tiende a confundir el contenido con el continente, y a confundir el rito con la fe. Si la existencia de elecciones es prueba de democracia, Cuba es democracia, como lo era la antigua URSS; si lo es la existencia de partidos, ahí tienen a Irán.
Pero si me parece injusto reducir al PSOE la subordinación de los intereses españoles a los marroquíes, viendo cómo es común entre los políticos patrios, también me lo parece pretender que esto de aquí es una democracia o, si se prefiere, que los españoles corrientes tengamos el menor control sobre el modo en que somos gobernados.
Porque el hecho es que nos gobiernan nuestros enemigos, y eso es más de lo que pueden decir los marroquíes, que si en lo individual pueden ser despreciados por su monarca, en lo nacional al menos ven que persigue sus intereses. Mohamed obra a mayor gloria de Marruecos, sino por el bien de los marroquíes de a pie, y eso ya es más de lo que podemos decir de Sánchez et al. con respecto a España.