Mientras los funcionarios haitianos han señalado la “participación extranjera”, funcionarios estadounidenses y muchos observadores desde dentro de Haití cuestionan cada vez más si el ataque no fue planeado con la cooperación del propio aparato de seguridad del presidente o del ejercito haitiano.
“El grupo que financió a los mercenarios quiere crear el caos en el país”, dijo Mathias Pierre, el ministro a cargo de las elecciones de Haití, quien comentó que el gobierno haitiano había pedido tropas estadounidenses para ayudar a proteger el aeropuerto del país, los puertos y las reservas de combustible, entre otros puntos estratégicos.
El embajador de Haití en Estados Unidos también solicitó apoyo del FBI para la investigación del magnicidio.
Haití se dirigía el viernes hacia una auténtica batalla por el poder cuando los partidos políticos desafiaron directamente al primer ministro en funciones al declarar que deseaban formar un gobierno para reemplazarlo, liderado por el presidente del Senado, solo uno de los 10 parlamentarios en funciones en el país. Otro grupo de activistas civiles planeaba una gran reunión el sábado para crear un consenso sobre el futuro del país.
Mientras, la violencia asolaba las calles y aterraba a la población.
El senador Patrice Dumont acusó al primer ministro interino, Claude Joseph, de planear un golpe de Estado: “No era un primer ministro normal, se impuso a sí mismo, no podemos aceptar esto”, declaró en una entrevista radiofónica.
El caos que ahora se ha instalado en Haití solo ha agudizado las tensiones internas que se han ido acumulando en los últimos meses. La actividad de las pandillas ha aumentado: se llevan a cabo secuestros y ataques armados en barrios pobres de la capital, lo que ha causado que miles huyan de sus hogares. El crimen organizado bloqueó la principal arteria vial de la capital hacia el sur del país e impidió el acceso tanto a las reservas petroleras como al resto del país.
En ausencia de información clara sobre quién era el responsable del magnicidio, grupos descontrolados de haitianos intentaron hacer justicia por sus propias manos: incendiaron automóviles que pensaban que habían sido utilizados en el ataque y detuvieron y lincharon a las personas que creían sospechosas.
Después de varios enfrentamientos a balazos con la policía, al menos tres hombres murieron.
Clément Noël, un juez que participa en la investigación, comentó que había entrevistado a los dos estadounidenses poco después de su arresto. Los identificó como James J. Solages, un ciudadano estadounidense que anteriormente trabajó como guardia de seguridad en la embajada de Canadá en Haití; y Joseph Vincent, de 55 años.
El juez Noël ha declarado que los dos estadounidenses sostuvieron que el complot había sido planeado intensamente a lo largo de un mes. Comentó que los estadounidenses se habían reunido con otros integrantes del escuadrón en un hotel de lujo en Pétionville para preparar el ataque. Aseguró que le habían dicho que el objetivo no era matar al presidente, sino llevarlo al palacio nacional.
El viernes, funcionarios del ministerio de Defensa de Colombia identificaron por nombre a 13 de los acusados de participar en el ataque en Haití. Dijeron que todos ellos eran exintegrantes del ejército colombiano. Dos fueron abatidos mientras que otros 11 permanecían detenidos.
El general Jorge Luis Vargas, director general de la Policía Nacional de Colombia, dijo que agentes investigaban a cuatro empresas que creían habían reclutado a los participantes para la operación y que esperaban indagar más a través de los números de identificación tributaria colombianos de las empresas.
Colombia tiene un ejército numeroso que lleva décadas luchando contra grupos guerrilleros de izquierda, paramilitares y narcotraficantes, a menudo con financiación y entrenamiento estadounidense. Con los años, miles de jóvenes colombianos han sido reclutados a las filas militares pero a menudo salen del servicio militar con pocas alternativas laborales. Entonces comienza su fase de mercenarios.