La futura ley del aborto persigue que cualquier mujer pueda interrumpir su embarazo en un hospital público y, para ello, Irene Montero considera «imprescindible» limitar la objeción de conciencia de los sanitarios porque según la radical política «ese derecho no puede estar por encima del derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo».
La objeción de conciencia -explica- es un derecho individual al que puede acogerse quien considere que una práctica va en contra de sus convicciones y creencias, y la garantía de que una prestación del Sistema Nacional de Salud esté disponible, «trasciende el ámbito individual, se articula a través de las redes sanitarias, y tiene como protagonistas a los gestores, más que a los médicos».
En el conflicto de los bienes jurídico a proteger, los Colegios Oficiales de Médicos se decantan por el derecho a la vida, que comienza en el momento de la concepción. De esa convicción científica surge el derecho a la objeción de conciencia.