Ya no cuela

Musk o la Colera de Dios. Por Carlos Esteban

|

 

Hasta la decadencia más acelerada tiene sus consuelos para quien, como yo, tiene debilidad por el humor que nace del absurdo, y la victoria de Elon Musk en la batalla por hacerse con la red social Twitter ha ofrecido abundantes frutos en este sentido.

Leyendo y oyendo sus comentarios, entre histéricos y ominosos, se diría que el sudafricano se ha hecho coronar rey del mundo, iniciando una política de exterminio, cuando tan solo ha anunciado su intención de acabar con el régimen de censura y proscripción sesgada a la izquierda que ha caracterizado Twitter desde su inicio.

Y eso es lo que aterra a los progresistas: la posibilidad de que la libertad de expresión domine una plataforma pública y mundial. No temen que se les censure o expulse; temen que se les responda.Quieren hacer de la conversación pública uno de esos ‘espacios seguros’ que hay en las universidades norteamericanas, a salvo de cualquier opinión que contradiga sus dogmas sentimentales.