Pedro Sánchez en estado puro.
Dijo que nunca pactaría con Podemos y terminó haciendo vicepresidente del gobierno al mismísimo Pablo Iglesias (el de la «cutre pachanga fachosa») y convirtiendo al terrorista Arnaldo Otegui («hombre de paz») en aliado estratégico de su proyecto político.
Sánchez es el que dijo que «sobra el Ministerio de Defensa», y es el mismo que se ha convertido en el gran catapultador del presupuesto en armamento militar.
Era antiamericano y terminó persiguiendo a Biden por el pasillo aquél, como un perrito perdido, levantado la patita ante su displicente amo.
Mientras perseguía al patrón Biden por los pasillos, filtraba -dicen- cierta información a El País que todavía no han olvidado los aliados.
No ha dudado en mermar los arsenales de armas de nuestros cuarteles para enviarlos a Ucrania, dejando nuestra defensa parcialmente en la intemperie.
En la OTAN, que conocen bien sus andanzas, no se fían -con razón- del presidente, diga lo que diga.
El presidente hace méritos para «normalizarse» como atlantista de pro.
Estamos ante un impostor consumado, un tipo que sobre actúa con la ferocidad del converso, da igual en qué.
Cuidado con este señor.
Es un peligro público que no dudaría en embarcar a España en una guerra ni en enviar a nuestros hijos al frente, da igual de qué país.
Ahora «toca» Sánchez el belicoso. Mañana… ¿Chi lo sa?